Violencia urbana y paramilitarismo en Bogotá

Iván Aguilar

Observatorio de Violencia Urbana y Paramilitarismo  (UPN)

Que la violencia homicida en las ciudades tenga mayor prevalencia en zonas de marcada fragilidad social no supone que la pobreza sea el factor causal. Es un síntoma. Aunque es cierto que existe un vínculo entre desarrollo desigual en las ciudades y violencia urbana, su explicación está lejos del simplismo de la ‘intolerancia’ y otras que anulan la agencia de las personas involucradas, generalmente hombres jóvenes. Observar cómo ha sucedido y sucede la violencia en Bogotá -especialmente la homicida- nos da pistas sobre las trayectorias del paramilitarismo y la forma en que ha heredado a distintas expresiones del crimen organizado una racionalización de la violencia, propia de sus tradiciones, formas y sentidos.

La violencia homicida, particularmente la cometida por armas de fuego, es un indicador clave para rastrear la influencia del paramilitarismo en Bogotá. Por un lado, se sabe que el flujo de armas en una ciudad como Bogotá supone un despliegue logístico que solo logran estructuras que controlan redes de tráfico ilegal o que tienen algún grado de influencia en instituciones de seguridad y de control. Por otro, los homicidios con arma de fuego en la ciudad no son una acción impulsiva, sino que se trata de una violencia instrumental, con algún propósito o como un mensaje. Además, según datos del Ministerio de Defensa y del Distrito, la violencia homicida presenta un patrón espacial particularmente en el sur y el centro de Bogotá.

Esto último es una pista. Sospechamos que a finales de la década de 1990 y principios del 2000, cuando las FARC habían logrado posicionarse al sur de la ciudad en su intento de ‘cercar’ la capital del país, fue cuando germinó allí un ciclo de violencia que trasciende las casi tres décadas de este siglo. Al tiempo que el Gobierno de Álvaro Uribe respondió militarmente con la Operación Libertad, desestructurando los frenes de la guerrilla en Cundinamarca y Bogotá, los paramilitares de Miguel Arroyave (Bloque Capital) y Martín Llanos (Bloque República) incursionaron con una estrategia de guerra antisubversiva. Tras debilitar a las FARC, las Águilas Negras, el Bloque Meta, el Clan del Golfo y otras estructuras de crimen organizado se hicieron con el control de barrios en Usme y Ciudad Bolívar[1]. Por lo que no es coincidencia que justamente allí, donde se libró una guerra antisubversiva, se haya establecido y persista un patrón de violencia homicida.

Desde esta irrupción del paramilitarismo en Bogotá se ha desarrollado un proceso de control territorial y de rentas ilegales que se soporta en distintas formas de uso de la violencia, cada vez más sofisticadas y que se extienden a diferentes zonas de la ciudad[2]. Sin embargo, hoy su forma de operar no es la misma que a principios del siglo, con la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (2006) y la fragmentación de estas estructuras han variado sus prácticas. La manera en que racionalizan el uso de la violencia y una autodefinida (y estratégica) pérdida de protagonismo agregan un grado de complejidad al rastreo y la comprensión de sus repertorios violentos en el contexto de la capital.

Más allá de la comprensión tradicional de la violencia urbana como un dispositivo que afecta principalmente a las clases populares, sabemos que las estructuras criminales que han heredado los sentidos y los propósitos del paramilitarismo en la ciudad han sofisticado a tal grado los usos de la violencia que, en algunos casos, es casi legítima entre distintos sectores, generando una suerte de asunción del paramilitarismo como un mal necesario. La observación de homicidios (y de la extorsión, mimetizada como oferta de seguridad) en Bogotá, por ejemplo, sirve para identificar patrones, formas e influencias del paramilitarismo, siempre que se haga una lectura aguda del contexto, comprendiendo que hoy son nuevos los repertorios y muchos más complejas las redes legales e ilegales que lo soportan en contextos como Bogotá.

Es por esto que el Observatorio de Violencia Urbana y Paramilitarismo de la UPN traza una ruta para cumplir con la tarea pendiente en torno al estudio de la articulación entre violencia urbana y paramilitarismo. El reto es desentrañar el mimetismo que adopta el paramilitarismo sobre al control de las economías legales e ilegales en la ciudad y la forma en que utiliza con una nueva racionalidad la violencia. Pues, en todo caso, sigue constituyendo una fuerza ideológica que amenaza el pensamiento crítico y las alternativas de construcción de ciudad.


[1] Escobar, Carlos. “Constantes estructurales de la territorialización paramilitar en el área metropolitana en Bogotá”. Ciudades, Estados y Política, 8(2) (2021): 105-120. Fundación Ideas para la Paz (2016). Recuperado de https://multimedia.ideaspaz.org/especiales/mapa-drogas/index.html . Llorente et al. (2001)

[2] Escobar, Carlos. “Constantes estructurales de la territorialización…”

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