Paola Acosta Sierra
Doctora en Teoría Crítica por 17, Instituto de Estudios Críticos con profundización en Estética y Filosofía Política en México, Magíster en Política Social por la Pontifica Universidad Javeriana y profesional en Estudios Literarios por la misma Universidad. Actualmente es la Vicerrectora de Gestión Universitaria de la Universidad Pedagógica Nacional.
Hablar de paz en Colombia nunca ha sido sencillo. A lo largo de nuestra historia, la palabra “paz” ha estado marcada por promesas incumplidas, por acuerdos que se diluyen en el tiempo, por negociaciones truncadas o implementaciones incompletas. Sin embargo, también ha sido una palabra que moviliza esperanzas, que enciende luchas y que, a pesar de todo, nos convoca una y otra vez a pensar cómo transformar un país atravesado por la violencia estructural, política y cultural.
Hoy necesitamos abrir un diálogo plural en torno al futuro de la construcción de paz. No basta con reseñar los acuerdos firmados ni con señalar los tropiezos de su implementación. Se trata de proyectar horizontes que reconozcan la diversidad de experiencias, territorios y memorias que configuran a Colombia. Una paz con futuro exige más que los acuerdos y el silenciamiento de los fusiles: requiere justicia social, es decir, condiciones reales de dignidad, equidad económica, reconocimiento político y respeto por los derechos humanos.
Las movilizaciones recientes en el Estallido Social nos recuerdan que la paz no es un asunto del pasado, sino una urgencia del presente. Jóvenes en las calles, comunidades indígenas y afrodescendientes, mujeres y víctimas de la violencia han hecho visible que el malestar social se enraíza en la desigualdad persistente, en el asesinato de líderes y lideresas sociales, en la falta de oportunidades y en el incumplimiento de las promesas estatales. Las marchas y expresiones artísticas que emergen en el espacio público son un recordatorio de que la paz no se decreta desde arriba, sino que se construye desde abajo, desde la cotidianidad, desde la participación activa de la ciudadanía.
En este sentido, el tiempo para una paz con futuro no se mide en calendarios oficiales ni en informes de gobierno, sino en la capacidad de nuestras sociedades para sostener diálogos abiertos, reconocer las diferencias y transformar las estructuras que reproducen exclusión. Significa pensar en la paz no como un evento puntual, sino como un proceso vivo, dinámico, que debe ser cuidado y alimentado día a día.
Parte esencial de este proceso es el reconocimiento de las memorias. Sin memoria no hay paz con futuro, porque el olvido abre la puerta a la repetición de la violencia. Pero no se trata de cualquier memoria: hablamos de memorias plurales, de memorias con enfoque de género, de memorias que devuelven voz a quienes fueron silenciados. La memoria, además, es un acto pedagógico y político que nos ayuda a aprender de lo vivido y a construir colectivamente nuevas formas de convivencia.
El arte ha mostrado ser un vehículo privilegiado para esa tarea. Murales, performances, obras de teatro y exposiciones nos interpelan, nos conmueven y nos obligan a ver lo que muchas veces preferimos ignorar. Nos recuerdan que la paz no se limita a las mesas de negociación, sino que se encarna en los cuerpos, en los territorios y en los símbolos.
En este marco, hemos realizado la exposición “Imágenes de la resistencia”. Se trata de un espacio que reúne expresiones artísticas surgidas en las movilizaciones, en medio de la represión, la violencia y las luchas sociales. Cada imagen es un testimonio, una voz que resiste al silencio, una pregunta que nos interpela sobre el país que hemos sido y el que queremos construir. Recorrer esta exposición es, en sí mismo, un acto de memoria y de compromiso con una paz que se proyecta hacia el futuro.
Hoy más que nunca necesitamos ese compromiso. El tiempo para una paz con futuro es ahora. No podemos postergarlo reconociendo que en el país se está abriendo un nuevo ciclo de violencias. Requiere de nuestra acción colectiva, de la capacidad de dialogar en la diferencia y de reconocer que la paz será posible solo si está anclada en la justicia social y en la dignidad de todas las personas.
“Hoy más que nunca necesitamos ese compromiso. El tiempo para una paz con futuro es ahora. No podemos postergarlo reconociendo que en el país se está abriendo un nuevo ciclo de violencias. Requiere de nuestra acción colectiva, de la capacidad de dialogar en la diferencia y de reconocer que la paz será posible solo si está anclada en la justicia social y en la dignidad de todas las personas”.